Detrás del macrolanzamiento de Transformers este verano no esta su director, el rey de los planos a cámara lenta y las explosiones másivas, Michael Bay, sino otro rey, el rey midas de Hollywood, Steven Spielberg. La adaptación de la serie de animación creada por Roberto Orci, Alex Kurtzman y John Rogers en los ochenta se estrenará en los cines de todo el mundo el 6 de julio.
Sin lugar a dudas, el mayor reclamo que puede tener este proyecto diseñado para ser el blockbuster del verano, son los efectos digitales creados por la empresa de George Lucas, ‘Industrial Light and Magic’, que brindaran la ocasión a todos los aficionados (mayores y jóvenes) de Optimus Prime y compañía, de ver a los juguetes de su infancia, a los dibujos animados, convertidos en héroes (y villanos) de la próxima superproducción del cine americano.
Se supone que la historia incluye dos subtramas (como si Bay supiera lo que es eso) relacionadas con Sam Witcky, un joven de 17 años cuyo coche cobra vida propia, y una base militar en Qatar, donde los Decepticons amenazan con extinguir a la Humanidad. Pero esto no es otra cosa que balas de fogueo para intentar vender la película como algo más que un espectáculo visual centrado en las batallas entre los Transformers, en aras de una jugosa recaudación. Y es que no solo de buen cine vive el hombre.
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