Tan triste, tan genial, tan sencillo. A Enrique se le podía encontrar cualquier noche caminando por alguna calle madrileña: Poco hablador, de sombría apariencia y dueño de una sonrisa melancólicamente triste, lideró un grupo que siempre estuvo presente: Los Secretos.
Destilaba melancolía, derrota y tristeza en cada canción que nos hacía llegar. No buscaba artilugios que hicieran más atractivas las historias de su corazón: Eran directas y transparentes, pues así entendía la música.
Apareció muerto un 17 de noviembre de 1999: Las drogas se lo habían llevado.
Y aunque una de sus canciones dice textualmente: “No quiero si desaparezco, que nadie recuerde quien fui”, estoy seguro que desde donde esté entenderá que en esto último, no podemos hacerle caso.
Vía | NadaBueno