Tenía curiosidad por ver Pequeña Miss Sunshine, quizá la película revelación de la industria norteamericana de este año, colándose incluso en la lucha por los Óscar y siendo en dicha ceremonia muy aplaudida por los periodistas allí acreditados, así que la visioné con todas esas buenas referencias. Buena película, sí señor, aunque quizá los elogios sean exagerados desde mi punto de vista.
La familia Hoover son un grupo de lo que en Estados Unidos llaman ‘perdedores’ o ‘fracasados’ (si allí te ponen esa etiqueta, estás muerto). Se da la paradoja, sin embargo, que el padre de familia está obsesionado con alcanzar el éxito y cree que tiene la fórmula para llegar a él en sólo ocho pasos.
Una madre amantísima, su hermano con tendencias suicidas, el hijo que hace voto de silencio por pura rebeldía juvenil, un abuelo heroinómano y una niña obsesionada con ser Miss Universo forman esta peculiar familia. Todos se embarcan en un alocado viaje para acompañar a la pequeña al certamen de ‘Pequeña Miss Sunshine’. La mayor parte de la película se convierte en una ‘road movie’ con influencias diversas como ‘Este muerto está muy vivo’ o ‘Dos tontos muy tontos’, aunque con estilo mucho más refinado.
Como el Los Simpsons, las mujeres juegan el rol de la diligencia, mientras los hombres son todos ellos extremistas, siendo el homosexual con tendencias suicidas el más centrado de todos. El filme reprende ciertos argumentos de ‘American Beauty’, pero le da la vuelta y lo presenta con todos los cánones de la comedia.
Digna de verse, sin duda. Buen trabajo de los actores, buena banda sonora y una narración sencilla y sin alardes.