Entrevista a Henry Selick, a propósito de Coraline

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A raíz del estreno en Argentina de Coraline y la puerta secreta, el diario argentino Página 12 reproduce una entrevista realizada por Bill Connelly, en la traducción del crítico cinematográfico Horacio Bernades.

Para quienes no lo conocen, Henry Selick no es otro que el director detrás de una de las obras maestras de la animación: El Extraño Mundo de Jack (The Nightmare Before Christmas). Después del estreno de Monkeybone, en 2001, Selick se tomó su tiempo para adaptar una novela infantil escrita por Neil Gaiman. Coraline, tal el nombre de la cinta, devuelve a Selick al campo de la mejor animación artesanal, filmada «cuadro por cuadro», que demandó un arduo trabajo y varios meses de filmación.

En la entrevista comenta que nunca pudo gozar del merecido crédito que le correspondía por dirigir  El Extraño Mundo de Jack, film que es asociado inmediatamente con Tim Burton (fue productor), aunque destaca que Burton aportó muchas ideas y lo dejó trabajar libremente.

Luego del suceso de Jack & Cía., Selick se embarcó en Jim y el durazno gigante (1996), magnífica adaptación animada del popular cuento de Roal Dahl, y en 2001 estrenó Monkeybone, protagonizada con Brendan Fraser, que resultó ser un fracaso de taquilla.

En la charla, confiesa ser lector de historietas desde chico, y asegura que son ideales para adaptarlas a la animación. Manifiesta su inmediato interés en la novela infantil de Gaiman y su personaje, Coraline; reflexiona sobre el miedo de los más chicos y la necesidad de enfrentarse a él; de las modificaciones hechas a la novela original; las ventajas presupuestarias que implica filmar bajo la técnica stop motion; y de la dualidad entre la animación digital y la artesanal.

La entrevista completa, a continuación:

–¿Qué fue lo que lo atrajo del libro de Neil Gaiman?
–Coraline me pareció una Alicia en el País de las Maravillas que deriva a Hansel y Gretel… Le voy a contar algo. Le di la novela a mi madre, para que la leyera. ¿Sabe qué me dijo cuando la terminó? Que cuando yo era chico hablaba de otra familia que tenía en Africa. ¡Como lo que le pasa a Coraline! ¡Y yo no recordaba eso! O sea que algo profundo me debe haber tocado la novela, ¿no? Montones de elementos de la novela me encantaron. Pero lo que más me gustó fue la personalidad de Coraline. Que sea una nena de lo más común, pero que a la vez tenga la suficiente curiosidad como para dejarse arrastrar a lo desconocido.
–¿Usted es lector de novela gráfica?
–De chico leía como loco, sobre todo los comics de la Marvel. De grande leí Watchmen, El caballero oscuro, esas cosas. Después seguí, pero más discontinuamente. No soy un superfán, de esos que devoran todo. Ahora, si me pregunta por la relación entre novela gráfica y animación, desde ya le digo que sí, que creo que las novelas gráficas son ideales para llevarlas a la animación.
–Hablando de superhéroes, ¿es verdad que le sugirieron darle superpoderes a Coraline?
–¡Ah, sí! (risas) ¡Fue una idea de David Fincher, el director de Se7en y Benjamin Button! Me sugirió eso, como forma de que la nena pudiera vencer a un Mal sobrenatural. Pero a mí si algo me gusta del personaje es justamente lo contrario: que sea una nena como cualquier otra…
–En sus dos películas previas, usted combinó animación con actores de carne y hueso. ¿Pensó en algún momento en hacer algo parecido con Coraline?
–Mire, si para algo me sirvieron esas experiencias fue para confirmar que lo mío es la animación. Soy más de interactuar con los artesanos, en un ambiente de trabajo recogido y silencioso –que es lo que sucede con la animación cuadro-a-cuadro– que con los actores, en medio de un set, mandoneándolos y gritándoles.
Como sus películas anteriores, Coraline está llena de elementos dark. Al menos en la última parte. De hecho, todo ese tramo debe ser lo más terrorífico que filmó hasta ahora. ¿En ningún momento pensó que para los chicos podía ser un poco mucho?
–Neil Gaiman siempre estuvo convencido de que su novela era para chicos de 9 años para arriba. En el tiempo que pasó desde la publicación, nosotros calculamos que esa edad habrá bajado más o menos hasta los 8. Depende mucho del chico. A uno de 9 más miedoso puede ser que lo asuste, y en una de esas hay uno de 6 o 7 más corajudo, que se lo banca perfectamente. Claro que el tema no son tanto los chicos como los padres…
–¿Los padres tienden a volverse cada vez más sobreprotectores?
–Uh, es una vieja cuestión… Empezó allá por los ’70, con la impugnación de los cuentos de hadas tradicionales, supuestamente porque estimulaban la violencia, la agresión, el miedo. Pero pedagogos de primera línea consideran que el hecho de que todos esos elementos aparezcan en los cuentos permite que los chicos sublimen sus miedos, sus deseos. Y de eso se trata Coraline: de cuando los deseos y los miedos se materializan. Me parece bueno y hasta necesario que los chicos se familiaricen con esto. A los chicos les encanta, además, cuando alguien como ellos enfrenta el Mal y lo vence. No es muy nuevo lo que digo: ya lo hacía Disney, en sus comienzos. Fíjese en Blancanieves: la bruja le quiere arrancar el corazón y meterlo en una caja…
–Uno de los cambios que usted produjo, en relación con la novela, fue la introducción de un amigo de la nena, Wybie, que allí no estaba.
–El propio Gaiman sostiene que se trata de un agregado necesario, ya que es la manera de remplazar los monólogos interiores de Coraline, que en la novela quedan bien, pero en una película hubieran sido aburridos. Yo lo que puedo decirle es que el primer guión que escribí era tan fiel al original que no funcionaba. Tuve que darle muchas vueltas para dar con esa idea y redondear a Wybie como un personaje más. Otro cambio que hice fue que en la novela de Gaiman, una vez que Coraline pasa al otro mundo, ya no vuelve. Yo la hice ir y volver, porque me pareció necesario para construir la situación.
–Otra modificación tiene que ver con el personaje de la bruja.
–Sí, en el libro era siempre una bruja. Yo preferí hacer primero de ella una segunda mamá, llena de amor y de encanto, como forma de acentuar el contraste.
–Hablemos un poco de su especialidad, la stop-motion. Usted y Tim Burton parecen como los últimos cruzados de esa técnica manual, en un momento en que todo el mundo se vuelca a la animación computada.
–Qué quiere que le diga, amo el cuadro-a-cuadro. No sé, tiene un carácter real que con ninguna otra técnica de animación se logra. Usted agarra un muñeco, le arruga sin querer el vestido y, cuando filma, el vestido sale arrugado. Son cosas que pasan sólo cuando se trabaja con esta técnica. Es menos perfecta, pero permite ver el trabajo del que la creó.
–¿El suceso de El extraño mundo de Jack ayudó para poder seguir filmando en stop-motion?
–Sin duda. Más todavía con la versión 3-D. Cuando yo empecé a intentar “vender” Coraline, para convencer a los ejecutivos les decía que la iba a filmar toda por computación. Después ya no hizo falta. Tenga en cuenta también que el cuadro-a-cuadro es muy esforzado para quienes trabajan en él, pero al estudio le sale barato. Una película como Coraline cuesta un tercio de lo que sale cualquier producto Pixar o Dreamworks.
–¿Finalmente no usó computación?
–Algo usamos, pero no donde parece. La secuencia del circo de ratones, que es muy compleja visualmente, los productores estaban seguros de que la habíamos hecho por computación, y no fue así. La secuencia con los perros escoceses en el teatro, tampoco. Hay 500 perros, sentados en las butacas como espectadores, y nosotros hicimos un muñeco por cada perro. Quinientos muñecos. Nada de multiplicar por digitalización. Siempre preferimos trabajar manualmente, porque creemos que eso es lo que le da una personalidad propia a lo que se hace.
–¿Y entonces dónde usaron computación?
–En casos muy puntuales. Para dar efecto niebla en una escena, por ejemplo. Para las gotas de lluvia sobre la ventana, en otra. En toda la película hay una única escena íntegramente generada por computadora, que es en la que aparecen los tres chicos-fantasma, para advertirle a Coraline del verdadero carácter de la que ella llama su “otra mamá”. Ahí usamos computación para los fondos.
–Una diferencia técnica importante, con respecto a sus películas anteriores, es que Coraline es su primera película filmada digitalmente.
–Sí, y me sentí muy cómodo haciéndolo. Hasta ahora sólo había trabajado en fílmico.
–Finalmente, el 3-D.
–Mire, desde hace como veinte años que vengo siguiendo los avances en ese campo, es una técnica que siempre me interesó. Ahora finalmente se me presentó la oportunidad de usarla, porque el 3-D estaba maduro, los productores quieren aplicarlo y a la película le venía muy bien, porque me permitía acentuar el carácter extraordinario del otro mundo al que la nena va a parar. Es como en El mago de Oz, donde, a partir del momento en que la protagonista pasa al mundo de los sueños, el mundo pega un viraje, del blanco y negro al color. Acá es algo muy parecido, con la salvedad de que en lugar de colorizarse, adquiere relieve.

Fuente: Página 12


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