Mucha discordia se ha generado entre Irán y Estados Unidos, en torno a Hollywood y a sus «creaciones».
«El pueblo Iraní y nuestra revolución han sido atacados«, dijo Javad Shamqadri, asesor cultural del presidente Mahmoud Ahmadineyad, al respecto de «El Luchador«, uno de los últimos éxitos logrados por Hollywood en éste cambio de año. Siendo que desde hace más de 30 años de silencio diplomático, llega el film protagonizado por Mickey Roruke para atizar un fuego que se mantenía en stand by, luego de películas como «No sin mi hija», de Brian Gilbert, en el ´90, o «300», de Zack Snyder, del 2006.
De alguna manera, fue preciso para las autoridades del país pasar a los hechos, impidiendo la realización de un seminario entre cineastas Estadounidenses con colegas iraníes, hasta que «Hollywood no pida discupas por treinta años de ofensas«. ¿Y a qué ofensa se refieren las autoridades de Irán? Pues a la escena en que el personaje de Mickey Rourke quema una bandera de Irán sobre el ring de pelea. «Es la última manifestación de los prejuicios de Occidente», destacó la cadena Iraní, al referirse al tema.
Los cineastas recién citados eran la actriz Annette Bening, el director y guionista Frank Pierson, el productor Willian Holber, y el presidente de la academia de cine, Sid Gains, quienes, y casi al unísono, se plantearon disconformes al respecto de la medida tomada, por no entender cómo se puede confundir arte y política en una visita privada, cuyo único objeto es el del intercambio de experiencias.
«Creeremos en la política de cambio del presidente Obama cuando veamos también un cambio en Hollywood, y si Hollywood quiere enmendar su conducta hacia el pueblo iraní y la cultura islámica debe hacer una disculpa oficial«, fue lo que dijo con total firmeza Shamqadri.
Algo de lo cual todavía no me siento capacitada a comentar, siendo que el film no lo he visto aún (lo veré por la tarde, y luego haré justos comentarios), pero creo que hay mucha razón detrás de éstas exigencias. Y es que siempre hay un chivo expiatorio para la maldad atacante del pueblo víctima de los terrores universales. Dios… es casi de no creer…